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22 Te ruego, pues, que tú también oigas la voz de tu esclava; pondré yo delante de ti un bocado de pan que comas, para que te esfuerces, y sigas tu camino.

23 Y él rehusó, diciendo: No comeré. Mas sus criados juntamente con la mujer le constriñeron, y él les escuchó. Se levantó, pues, del suelo, y se sentó sobre una cama.

24 Y aquella mujer tenía en su casa un ternero grueso, el cual mató luego; y tomó harina y la amasó, y coció de ella panes sin levadura.

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