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Cuando David regresó al palacio en Jerusalén, puso a las diez concubinas que había dejado a cargo del palacio en una casa bajo vigilancia. David se encargaba de ellas y les daba de comer, pero nunca volvió a acostarse con ellas. Allí permanecieron como si fueran viudas, hasta que murieron. El rey le dijo a Amasá:

—Dile al pueblo de Judá que se reúna conmigo en tres días. Tú también debes estar ahí.

Así que Amasá fue a reunir al pueblo, pero le llevó más del tiempo dicho.

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