Old/New Testament
17 »Mi espíritu está destrozado,
mi vida se acaba,
la tumba me espera.
2 Ciertamente todos se burlan de mí,
y observo sus acciones desleales.
3 Te ruego que seas mi garante,
¿quién más podría respaldarme?
4 Tú has cerrado su mente para que no entiendan.
Por eso no los pongas en alta estima.
5 El que traiciona a sus amigos por una recompensa,
verá sufrir a sus hijos.
6 Él me ha convertido en un refrán para los pueblos
y todos me escupen a la cara.
7 Mis ojos están hinchados de tanto llorar;
todo mi cuerpo parece una sombra.
8 La gente buena sufre al ver mi condición;
el inocente se indigna ante el perverso.
9 El íntegro mantiene su recto vivir
y el libre de culpa se fortalece.
10 Pero, todos ustedes, vuelvan a atacarme,
que yo no encontraré ni un solo sabio entre ustedes.
11 Mi corazón está hecho pedazos, mi vida desapareció;
fracasaron mis planes y esperanzas.
12 Ellos llaman noche al día,
y luz a la oscuridad.
13 »Si deseo hacer del lugar de los muertos mi casa,
si tiendo mi cama en la oscuridad,
14 si le digo al sepulcro: “Tú eres mi papá”,
y al gusano: “Tú eres mi mamá o mi hermana”,
15 entonces, ¿dónde quedará mi esperanza?
¿Quién podrá verla?
16 ¿Se irá a las puertas del lugar de los muertos?
¿Bajaremos juntos al polvo?»
Bildad habla otra vez
18 Pero así respondió Bildad de Súah:
2 «¿Hasta cuándo vas a seguir hablando así?
Piensa primero y luego hablaremos.
3 ¿Por qué se nos trata como a bestias?
¿Es que nos crees estúpidos?
4 Eres tú quien se hace daño con tu enojo.
¿Es que hay que evacuar la tierra para que te quede sólo a ti?
¿Se tendrá que mover una montaña de su lugar?
5 »Es cierto que la luz del malo se apagará,
y su llama no brillará más.
6 La luz de la carpa donde habite se oscurecerá
y su lámpara se apagará.
7 Sus pasos dejarán de ser fuertes y rápidos.
Sus propios planes acabarán con él.
8 Porque sus pies pisarán una trampa,
caerá en ella y quedará atrapado.
9 La trampa lo agarrará por los pies
y se le anudará alrededor del tobillo.
10 El lazo que lo atrapa está oculto en el suelo,
esperándolo por el camino.
11 Los desastres lo aterrorizarán por todos lados
y lo acecharán a cada paso.
12 Su fuerza desaparecerá
y la calamidad está lista al lado suyo para hacerlo tropezar.
13 Su piel se consume por la enfermedad;
el hijo mayor de la muerte[a] roe su cuerpo por partes.
14 Será alejado de la seguridad de la carpa donde habita
y obligado a marchar al encuentro del rey de los terrores[b].
15 Vivirá en su carpa como si no le perteneciera.
Se esparce azufre sobre su choza.
16 Se secarán sus raíces
y sus ramas morirán.
17 Todo recuerdo de él se borrará de la tierra;
nadie hará mención de él en las calles donde vivió.
18 Será expulsado de la luz y arrojado a las tinieblas.
Lo sacarán de este mundo.
19 No tendrá hijos, no habrá descendientes de él en su nación;
en ningún lugar donde haya vivido quedará algún sobreviviente de su familia.
20 Los de occidente tendrán temor al ver lo que le sucedió;
los de oriente se llenarán de terror.
21 Ciertamente en eso va a terminar el hogar del perverso,
y eso le sucederá al que desconoce a Dios».
Job responde
19 Entonces Job respondió:
2 «¿Hasta cuándo seguirán causándome dolor
y destruyéndome con sus palabras?
3 Ya me han insultado diez veces.
No les da vergüenza; me hacen daño.
4 Aunque fuera cierto que me he extraviado,
soy yo quien recibiría el castigo.
5 Si en verdad piensan que ustedes son mejores que yo,
y usan mi desgracia como prueba contra mí,
6 entonces sepan ustedes que fue Dios el que me causó mal.
Él fue quien tendió su red para atraparme.
7 »Yo grito: “¡Auxilio, me agreden!”,
pero nadie me responde; no hay justicia.
8 Dios ha bloqueado mi camino para que no pueda pasar.
Él ha cubierto mi camino de oscuridad.
9 Me ha quitado todo mi honor
y la corona de mi cabeza.
10 Me arrastra por todas partes;
estoy acabado.
Él me arranca la esperanza
como un árbol que es arrancado de raíz.
11 Ha desatado toda su ira contra mí.
Me ha tratado como si fuera uno de sus enemigos.
12 Su ejército avanza todo junto y me bloquea el paso.
Sus tropas acampan alrededor de mi carpa.
13 »Él ha alejado de mí a mis hermanos,
y soy un completo extraño para mis mejores amigos.
14 Mis familiares se han ido
y mis amistades me han olvidado.
15 Los visitantes que llegan a mi casa
y las siervas me tratan como a un extraño.
16 Llamo a mi siervo, pero no responde.
Aunque le implore ayuda, él no me responde.
17 Mi esposa detesta mi aliento.
Les causo repulsión a mis propios hermanos.
18 Hasta los muchachos me odian;
me acerco y hablan mal de mí.
19 Mis mejores amigos me rechazan;
la gente que yo amaba se ha puesto en mi contra.
20 La piel se me pega a los huesos,
a duras penas estoy vivo.
21 »¡Tengan compasión de mí, amigos míos,
tengan compasión de mí!,
porque Dios me ha destruido.
22 ¿Por qué hacen lo mismo y me persiguen?
¿No se cansan de hacerme daño?
23 Cómo me gustaría que se escribieran mis palabras.
Cómo me gustaría que se escribieran en un libro.
24 Cómo me gustaría que se escribieran
con cincel y punzón en la roca.
25 Pero yo conozco a mi Defensor;
él vive y al final saldrá victorioso sobre los que son polvo,
26 incluso después de que se haya pelado toda mi piel;
en carne viva veré a Dios.
27 Quiero ver a Dios por mí mismo;
verlo con mis propios ojos,
y no con los ojos de alguien más;
aun cuando se me hayan agotado las fuerzas.
28 »Cuando ustedes digan: “¿De qué manera lo perseguiremos?”
y que la raíz del problema está en mí,
29 témanle a la espada,
porque la ira es un pecado digno de ser castigado.
Así entonces ustedes podrán comprobar que hay un juicio».
Conversión de Cornelio
10 En la ciudad de Cesarea vivía un capitán romano llamado Cornelio, del regimiento conocido como el Italiano. 2 Él y toda su familia adoraban y respetaban a Dios. Cornelio daba muchas contribuciones a los judíos pobres y siempre estaba orando. 3 Un día, como a las tres de la tarde, tuvo una visión en la que vio claramente a un ángel de Dios que se le acercaba y le decía:
—Cornelio.
4 Cornelio lo miro fijamente y todo asustado le dijo:
—¿Qué quieres, señor?
El ángel le dijo:
—Dios ha escuchado tus oraciones y ha tenido en cuenta tus contribuciones a los pobres. 5 Envía ahora algunos hombres a Jope para que traigan a un hombre llamado Simón, al que le dicen Pedro. 6 Se hospeda en una casa junto al mar que es de un curtidor que también se llama Simón.
7 Cuando el ángel se fue, Cornelio llamó a dos de sus siervos y a un soldado. El soldado era un hombre de su confianza y adoraba a Dios. 8 Cornelio les contó todo lo que había pasado y luego los envió a Jope.
9 Al día siguiente a eso del mediodía, mientras ellos iban camino a Jope, Pedro subió a la azotea para orar. 10 Tenía hambre y quería comer, pero mientras le estaban preparando la comida, tuvo una visión. 11 Vio que el cielo se abría y bajaba algo parecido a una sábana muy grande sostenida de las cuatro puntas. 12 Dentro de la sábana había toda clase de animales, incluso reptiles y aves. 13 Entonces una voz le dijo:
—Pedro, ¡levántate, mata y come!
14 Pedro respondió:
—¡Yo no haría eso, Señor! Nunca he comido nada prohibido o impuro.
15 Pero la voz volvió a decirle:
—No llames nada prohibido por ser impuro a lo que Dios ha purificado.
16 Esto sucedió tres veces y de inmediato todo subió otra vez al cielo. 17 Pedro se preguntaba qué quería decir la visión. Mientras tanto, los hombres que Cornelio había mandado estaban frente a la puerta preguntando dónde quedaba la casa de Simón. 18 Llamaron para averiguar si Simón, a quien también llamaban Pedro, estaba hospedado allí.
19 Pedro todavía estaba pensando en la visión, pero el Espíritu le dijo: «Oye, tres hombres te están buscando. 20 Levántate, baja a verlos y ve con ellos sin hacer preguntas, yo los he enviado». 21 Entonces Pedro bajó y les dijo a los hombres:
—Yo soy al que ustedes están buscando, ¿a qué han venido?
22 Ellos dijeron:
—Un santo ángel le dijo a Cornelio que lo invitara a su casa para poder escuchar lo que usted tenga que decirle. Cornelio es un capitán, un hombre justo que adora a Dios, y todos los judíos lo respetan mucho.
23 Pedro les pidió que entraran y se quedaran a pasar la noche.
Al día siguiente, Pedro se fue con los tres hombres y con algunos de los hermanos que vivían en Jope.
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