Old/New Testament
Destrucción de las cosechas
1 Este es el mensaje que el SEÑOR le dio a Joel hijo de Petuel.
2 Oigan esto, ancianos líderes;
escuchen con atención,
todos los habitantes del país.
¿Sucedió alguna vez algo parecido en su vida
o en la vida de sus antepasados?
3 Cuenten esto a sus hijos,
y que ellos se lo cuenten a los suyos,
y estos a la siguiente generación.
4 Lo que no se comió la oruga,
se lo comió la langosta[a].
Lo que no se comió la langosta,
se lo comió el pulgón.
Y lo que no se comió el pulgón,
se lo comió el saltamontes.[b]
La invasión de langostas
5 Despiértense, borrachos, y lloren.
Que todos los bebedores de vino lloren amargamente
porque ya no tendrán más vino dulce para probar.
6 Porque una nación fuerte y numerosa
invadió mi país.
Sus armas son cortantes como los dientes del león
y poderosas como su quijada.
7 Ha arruinado mi vid
y destrozado mi higuera;
las peló completamente
y dejó desnudas sus ramas.
La gente llora
8 Llora, como una novia que no encuentra consuelo tierra mía,
y se viste de luto por la muerte de su prometido.
9 Lloren amargamente,
sacerdotes, siervos del SEÑOR,
porque ya no quedará vino ni grano
para ofrecer en el templo del SEÑOR.
10 Hasta la tierra está de luto
porque los campos fueron destruidos,
el trigo se ha echado a perder,
ya no hay más vino nuevo
y se acabó el aceite de oliva.
11 Sientan dolor, campesinos;
sufran, cuidadores de viñedos,
por el trigo y la cebada,
por la cosecha perdida.
12 La vid se secó,
se marchitó la higuera;
también se secaron los granados,
las palmeras, los manzanos
y todos los árboles del campo.
Por eso también se acabó la alegría de la gente.
La desolación
13 Vístanse de luto, sacerdotes;
lloren amargamente, encargados del altar.
Vengan, servidores de mi Dios
y pasen la noche en luto.
Porque ya no hay ofrenda de cereal
ni ofrenda líquida en el templo de su Dios.
14 Organicen un día de ayuno.
Proclamen un día de descanso
de los ancianos líderes
y de todos los habitantes del país,
en el templo del SEÑOR su Dios,
y pídanle a gritos al SEÑOR.
15 Llénense de temor porque se acerca el día del juicio del SEÑOR.
El Todopoderoso los destruirá con toda su fuerza.
16 ¿No ven que ya no hay comida
y se acabaron la alegría y las celebraciones en el templo de nuestro Dios?
17 Las semillas se secaron
bajo tierra sin dar fruto.
Los graneros están destruidos
y los silos derribados
porque el trigo se marchitó.
18 Cómo se quejan los animales,
el ganado anda perdido
porque no hay pasto para comer.
Hasta las ovejas se están muriendo de hambre.
19 SEÑOR, ruego tu ayuda
porque el fuego ha consumido
los pastos del desierto y los árboles del campo.
20 Aun los animales salvajes ruegan que los ayudes
porque ya no hay agua en los ríos,
y el fuego ha quemado los pastos.
El día venidero del Señor
2 ¡Anuncien con trompetas en Sion!
Que suene la alarma en el santo monte de Dios.
Que todos los habitantes del país tiemblen de miedo,
porque ya viene el día del juicio del SEÑOR.
2 Será un día oscuro y deprimente
como un día con nubes de tormenta.
Como la oscuridad se extiende por las montañas,
así vendrá un ejército grande y numeroso.
Nunca ha existido un ejército como este
ni existirá otro igual.
3 El ejército destruirá la tierra
como el fuego que todo lo consume.
Antes de que pase,
el país se parece al jardín del Edén;
pero después de que lo destruyan,
parecerá un desierto.
Nada escapa a la destrucción.
4 Tienen aspecto de caballos,
y corren como caballos de combate.
5 Se mueven haciendo ruido de carros de combate
cabalgando sobre las cumbres de las montañas.
Suenan igual al fuego cuando quema el pasto seco,
como un ejército numeroso en formación de batalla.
6 Las naciones tiemblan de miedo ante él,
todos los rostros palidecen.
7 Corren hacia la batalla,
y como soldados, escalan la muralla.
Corren para atacar, cada uno en su lugar
sin romper la formación.
8 No se atropellan entre sí,
cada uno va por su línea.
Si alguno resulta herido,
los demás siguen su avance.
9 Se lanzan contra la ciudad
y trepan por sus murallas.
Se meten en las casas por las ventanas,
como ladrones.
10 La tierra tiembla
y el cielo se estremece ante ellos.
El sol y la luna se oscurecen
y las estrellas pierden su resplandor.
11 El SEÑOR dirige a su ejército
dándole órdenes.
Su ejército es grandioso
y los que cumplen sus órdenes son poderosos.
De verdad que el día del SEÑOR será un día grande y terrible.
¿Quién lo podrá soportar?
El Señor llama a su pueblo
12 El SEÑOR llama a su pueblo:
«Vengan ahora y cambien su vida,
y regresen a mí de todo corazón.
Háganlo con ayuno, llanto y lamentos.
13 En lugar de rasgarse las vestiduras,
rasguen su corazón».
Cambien su vida
y vuelvan al SEÑOR su Dios,
compasivo y misericordioso,
que no se enoja con facilidad,
que está lleno de fiel amor
y dispuesto a dar indulto.
14 ¿Quién sabe? Tal vez Dios reflexione,
cambie su decisión de castigarlos
y los bendiga con cereales y vino
para que puedan ofrecerle ofrendas
al SEÑOR su Dios.
Clamen al Señor
15 ¡Toquen la trompeta en el monte Sion!
Proclamen un ayuno
y convoquen al pueblo.
16 Reúnan al pueblo,
que se purifique la asamblea.
Reúnan a los ancianos;
traigan a los niños,
incluso a los bebés.
Que los recién casados
suspendan su luna de miel.
17 Que los sacerdotes, siervos del SEÑOR,
lloren entre el patio y el altar diciendo:
«Ten compasión de tu pueblo, SEÑOR.
No dejes que las naciones se burlen de lo que es tuyo.
Que no digan los demás pueblos:
“¿Dónde está su Dios?”»
El Señor restaurará la tierra
18 Pero el SEÑOR se preocupó mucho por su tierra
y tuvo compasión de su pueblo.
19 Respondió así el SEÑOR a su pueblo:
«Les daré trigo, vino fresco y aceite de oliva
hasta que queden satisfechos.
No dejaré que pasen vergüenza
frente a naciones extranjeras.
20 Y alejaré de ustedes a los que vienen del norte.
A los del norte los alejaré de ustedes,
los echaré a una tierra seca y devastada.
Expulsaré a su vanguardia al mar Muerto
y a su retaguardia al mar oriental.
Su mal olor y pudrición serán muy fuertes
porque el SEÑOR hará grandes cosas».
21 Tierra, no tengas miedo.
Alégrate y celebra,
porque el SEÑOR hará grandes cosas.
22 Animales salvajes, no tengan miedo,
porque reverdecerán los pastos del desierto.
El árbol dará su fruto,
y la higuera y la viña darán su mejor cosecha.
23 Y ustedes, hijos de Sion, alégrense
y hagan fiesta al SEÑOR su Dios,
porque como muestra de su generosidad
él les mandará a su debido tiempo
tanto las lluvias de otoño como las de primavera,
así como lo hacía antes.
24 Los lugares donde se trilla el grano estarán repletos.
Habrá tanto vino fresco y prensas de olivos y lagares desbordarán de vino y aceite.
25 «Yo los compensaré por los años de cosecha
que se han comido las langostas,
mi gran ejército enviado contra ustedes.
26 Ustedes comerán hasta que queden satisfechos,
y alabarán el nombre del SEÑOR su Dios,
quien ha hecho maravillas por ustedes.
Mi pueblo nunca más pasará vergüenza.
27 Y sabrán que el SEÑOR vive en medio del pueblo de Israel,
que yo soy su Dios, y que no hay otro.
Mi pueblo nunca más pasará vergüenza.
El Señor dará su Espíritu a todos
28 »Después de esto,
derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad.
Sus hijos e hijas profetizarán,
los ancianos tendrán sueños,
y los jóvenes tendrán visiones.
29 En esos días también derramaré mi Espíritu
incluso sobre los esclavos, tanto siervos como siervas.
30 Haré grandes señales en el cielo y en la tierra.
Habrá sangre, fuego y columnas de humo.
31 El sol se oscurecerá
y la luna se convertirá en sangre,
antes de que venga ese día
grande y terrible del juicio del SEÑOR.
32 Y todo el que confíe en el SEÑOR será salvo.[c]
Habrá refugio en el monte Sion y en Jerusalén,
como ha dicho el SEÑOR.
Entre los sobrevivientes estarán
los llamados por el SEÑOR.
Castigo para los enemigos de Judá
3 »Porque en los días
en que yo cambie la fortuna de Judá y Jerusalén,
2 reuniré a todas las naciones
y las llevaré al valle de Josafat[d].
Allí las juzgaré por sus delitos
contra mi posesión, mi pueblo Israel.
Porque lo dispersaron por muchas naciones
y se han repartido mi tierra.
3 Las naciones han decidido repartirse la tierra de mi pueblo.
Han regalado un niño para conseguir una prostituta.
Vendieron niñas para comprar vino
y emborracharse.
4 »¿Por qué me hacen estas cosas Tiro y Sidón? ¿Estás tratando de vengarte de mí, tierra de Filistea? ¡Te pagaré rápidamente por lo que has hecho! 5 Ustedes, naciones, se han robado el oro y la plata que me pertenecen, y se han llevado a sus templos mis tesoros más valiosos.
6 »La gente de Judá y Jerusalén
ha sido vendida a los griegos[e]
para alejarlos de su tierra.
7 Yo voy a sacarlos de los sitios
donde ustedes los vendieron
y les haré pagar a ustedes
por sus actos de venganza.
8 Venderé a sus hijos e hijas a la gente de Judá
y ellos los venderán a los sabeos[f], gente de un país lejano».
Es la decisión del SEÑOR.
Prepárense para la guerra
9 Díganles a las naciones:
«¡Prepárense para la guerra!
¡Movilicen a los soldados!
¡Que todos los hombres de guerra se preparen para la batalla!
10 Conviertan en espadas sus herramientas para sembrar,
y en lanzas las herramientas que usan para podar.
Que el miedoso diga:
“Soy valiente”.
11 Vengan rápido, naciones vecinas,
y reúnanse aquí».
¡SEÑOR, trae a tus soldados!
12 «Avísenles a las naciones
y vayan al valle de Josafat.
Porque allí me sentaré para juzgar
a las naciones de alrededor.
13 Recojan la cosecha,
porque ya está madura.
Vamos, vengan a pisar las uvas,
porque el lugar donde se pisan ya está lleno.
Las tinas se están derramando
de lo grande que es su maldad».
14 Hay muchos pueblos en el valle de la decisión,
porque se acerca el día del juicio del SEÑOR.
15 El sol y la luna se oscurecerán,
y las estrellas perderán su resplandor.
16 Y el SEÑOR rugirá desde Sion;
desde Jerusalén gritará con su voz de trueno
y los cielos y la tierra temblarán.
Pero el SEÑOR será un refugio para su pueblo
y una fortaleza para los hijos de Israel.
Promesa de una vida nueva
17 «Y ustedes sabrán que yo soy el SEÑOR su Dios,
que vivo en Sion, mi monte santo.
Jerusalén será una ciudad santa,
y los extranjeros nunca más la invadirán.
18 »Ese día, las montañas destilarán vino dulce,
y de los cerros fluirá leche.
El agua correrá en todas las quebradas y arroyos de Judá.
Una fuente saldrá del templo del SEÑOR,
que regará el valle de las Acacias.
19 Egipto se convertirá en un baldío
y Edom en un desierto desolado
porque fueron crueles con los hijos de Judá
y en su territorio derramaron sangre inocente.
20 Jerusalén y Judá serán habitadas para siempre,
de generación en generación.
21 No perdonaré a quienes derramaron la sangre de mi pueblo;
no quedarán sin castigo».
Y el SEÑOR habitará en Sion para siempre.
¿Quién puede abrir el rollo?
5 En la mano derecha del que estaba sentado en el trono vi un rollo que estaba escrito por ambas caras, y que estaba cerrado con siete sellos. 2 Y vi un ángel poderoso que decía con voz fuerte: «¿Quién es digno de romper los sellos y abrir el rollo?» 3 Pero no había nadie ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de ella que pudiera abrirlo y leerlo. 4 Yo me puse a llorar mucho, pues no se había encontrado a nadie que mereciera abrir el rollo y leer lo que decía. 5 Entonces uno de los ancianos me dijo: «Deja pues de llorar, que el León de la tribu de Judá, el descendiente de David[a] ha ganado la victoria. Él puede romper los siete sellos y abrir el rollo».
6 Luego vi a un Cordero frente al trono, con las cuatro criaturas y los ancianos a su alrededor. Parecía un Cordero sacrificado. Tenía siete cuernos y siete ojos que son los siete[b] espíritus de Dios enviados por toda la tierra. 7 Entonces el Cordero vino y tomó el rollo de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. 8 En ese momento, las cuatro criaturas y los 24 ancianos se arrodillaron ante el Cordero. Cada uno tenía un arpa y vasijas doradas llenas de incienso que son las oraciones del pueblo santo de Dios. 9 Todos ellos cantaban una canción nueva al Cordero:
«Tú mereces tomar el rollo
y romper sus sellos
porque fuiste sacrificado,
y con tu sangre compraste un pueblo[c] para Dios
de todas las razas, lenguas, pueblos y naciones.
10 Hiciste que ese pueblo[d] fuera
un reino y sacerdotes para nuestro Dios.
Ellos reinarán sobre la tierra».
11 Luego oí las voces de millones y millones de ángeles que estaban alrededor del trono, de las criaturas y de los ancianos. 12 Ellos decían con voz fuerte:
«El Cordero que fue sacrificado
es digno de recibir el poder y la riqueza,
la sabiduría y la fuerza,
el honor, la gloria y la alabanza».
13 Escuché entonces a todos los seres en el cielo, en la tierra, debajo de ella y en el mar, que decían:
«¡Toda la alabanza, el honor,
la gloria y el poder sean por siempre
para el que está sentado en el trono
y para el Cordero!»
14 Las cuatro criaturas respondían: «¡Así sea!», y los ancianos se arrodillaban y adoraban.
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