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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
Duration: 365 days
Reina Valera Contemporánea (RVC)
Version
Nehemías 7-9

Nehemías designa dirigentes

»Cuando terminamos de reconstruir la muralla y colocamos las puertas, designamos a los porteros, cantores y levitas. Además, escogí a mi hermano Jananí y a Jananías, un hombre recto y temerosos de Dios como ningún otro, que era jefe de la fortaleza de Jerusalén, y les dije: “Las puertas de Jerusalén no deben abrirse antes de que el sol caliente. Aunque haya gente que quiera entrar, cierren bien las puertas y corran los cerrojos.”

»Luego, de entre los que vivían en Jerusalén escogí guardias, para que vigilaran por turnos el frente de sus casas. Esta decisión la tomé porque nuestra ciudad estaba muy extendida pero poco habitada, pues muchas casas todavía no se habían reconstruido.

»Entonces el Señor me llevó a reunir a los nobles y oficiales, y al pueblo en general, para que fueran empadronados según su genealogía. Hallé el libro genealógico de los israelitas que habían vuelto antes, y allí encontré anotados los siguientes nombres, y la lista de la gente que Nabucodonor había llevado cautiva a Babilonia y que ahora volvían a Jerusalén y a Judá, cada uno a su ciudad.»

Los que volvieron con Zorobabel(A)

Los jefes que volvieron con Zorobabel fueron: Josué, Nehemías, Azarías, Raamías, Najamaní, Mardoqueo, Bilsán, Misperet, Bigvay, Nejún y Baná.

El número de los israelitas fue el siguiente:

Los descendientes de Paros: dos mil ciento setenta y dos.

Los descendientes de Sefatías: trescientos setenta y dos.

10 Los descendientes de Araj: seiscientos cincuenta y dos.

11 Los descendientes de Pajat Moab, que fueron hijos de Josué y de Joab: dos mil ochocientos dieciocho.

12 Los descendientes de Elam: mil doscientos cincuenta y cuatro.

13 Los descendientes de Zatu: ochocientos cuarenta y cinco.

14 Los descendientes de Zacay: setecientos sesenta.

15 Los descendientes de Binúi: seiscientos cuarenta y ocho.

16 Los descendientes de Bebay: seiscientos veintiocho.

17 Los descendientes de Azgad: dos mil seiscientos veintidós.

18 Los descendientes de Adonicán: seiscientos sesenta y siete.

19 Los descendientes de Bigvay: dos mil sesenta y siete.

20 Los descendientes de Adín: seiscientos cincuenta y cinco.

21 Los descendientes de Ater: hijo de Ezequías, noventa y ocho.

22 Los descendientes de Jasún: trescientos veintiocho.

23 Los descendientes de Besay: trescientos veinticuatro.

24 Los descendientes de Jarif: ciento doce.

25 Los descendientes de Gabaón: noventa y cinco.

26 Los varones de Belén y de Netofa: ciento ochenta y ocho.

27 Los varones de Anatot: ciento veintiocho.

28 Los varones de Bet Azmávet: cuarenta y dos.

29 Los varones de Quiriat Yearín: Cafira y Berot, setecientos cuarenta y tres.

30 Los varones de Ramá y de Geba: seiscientos veintiuno.

31 Los varones de Micmas: ciento veintidós.

32 Los varones de Betel y de Hai: ciento veintitrés.

33 Los varones del otro Nebo: cincuenta y dos.

34 Los descendientes del otro Elam: mil doscientos cincuenta y cuatro.

35 Los descendientes de Jarín: trescientos veinte.

36 Los descendientes de Jericó: trescientos cuarenta y cinco.

37 Los descendientes de Lod, Jadid y Onó: setecientos veintiuno.

38 Los descendientes de Sená: tres mil novecientos treinta.

39 Los sacerdotes:

Los descendientes de Jedaías, de la familia de Josué: novecientos setenta y tres.

40 Los descendientes de Imer: mil cincuenta y dos.

41 Los descendientes de Pasjur: mil doscientos cuarenta y siete.

42 Los descendientes de Jarín: mil diecisiete.

43 Los levitas:

Los descendientes de Josué y de Cadmiel, de la familia de Hodavías: setenta y cuatro.

44 Los cantores:

Los descendientes de Asaf: ciento cuarenta y ocho.

45 Los porteros:

Los descendientes de Salún, de Ater, de Talmón, de Acub, de Jatitá, y de Sobay: ciento treinta y ocho en total.

46 Los sirvientes del templo:

Los descendientes de Sijá, de Jasufá, de Tabaot, 47 de Queros, de Sigá, de Padón, 48 de Lebana, de Jagabá, de Salmay, 49 de Janán, de Gidel, de Gajar, 50 de Reaía, de Resín, de Necoda, 51 de Gazán, de Uzá, de Paseaj, 52 de Besay, de Mehunim, de Nefusín, 53 de Bacbuc, de Jacufá, de Jarjur, 54 de Bazlut, de Mejidá, de Jarsá, 55 de Barcos, de Sísara, de Tema, 56 de Nezía, y de Jatifá.

57 Los descendientes de los siervos de Salomón:

Los descendientes de Sotay, de Soferet, de Perida, 58 de Jalá, de Darcón, de Gidel, 59 de Sefatías, de Jatil, de Poquéret Hasebayin, de Amón.

60 Todos los sirvientes del templo y los descendientes de los siervos de Salomón: trescientos noventa y dos.

61 Hubo otros que también volvieron a Jerusalén, y que provenían de Tel Melaj, Tel Jarsá, Querub, Adón e Imer, pero que no pudieron demostrar su genealogía ni la de sus padres, ni si eran o no israelitas. 62 Eran descendientes de Delaía, de Tobías y de Necoda: seiscientos cuarenta y dos en total.

63 De los sacerdotes: los hijos de Jabaías, de Cos y de Barzilay. Éste se casó con una de las hijas de Barzilay el galaadita, y tomó el nombre de la familia de ella. 64 Éstos buscaron en vano el registro de sus genealogías, y como no lo hallaron, fueron excluidos del sacerdocio. 65 Entonces el gobernador les prohibió comer de las cosas sagradas hasta que hubiera un sacerdote que pudiera consultar con el Urim y el Tumim.(B)

66 El total de la comunidad era de cuarenta y dos mil trescientas sesenta personas, 67 sin tomar en cuenta a los siervos, hombres y mujeres, que sumaban siete mil trescientos treinta y siete, entre los cuales había doscientos cuarenta y cinco cantores y cantoras. 68 Llevaban setecientos treinta y seis caballos, doscientas cuarenta y cinco mulas; 69 cuatrocientos treinta y cinco camellos y seis mil setecientos veinte asnos.

70 Algunos jefes de las familias más importantes dieron sus ofrendas para la obra de reconstrucción. El gobernador entregó al tesoro mil dracmas de oro, cincuenta tazones y quinientas treinta vestiduras sacerdotales. 71 Los jefes de familia aportaron al tesoro ciento sesenta kilos de oro y mil doscientos diez kilos de plata.

72 El resto del pueblo entregó ciento sesenta kilos de oro, mil cien kilos de plata y sesenta y siete vestiduras sacerdotales.

73 Los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, parte del pueblo, los sirvientes del templo, y el resto de los israelitas, habitaron sus respectivas ciudades.(C)

En el séptimo mes del año, todos los israelitas se habían establecido ya en sus ciudades.

Esdras lee la ley al pueblo

Todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que está frente a la Puerta de las Aguas, y le rogaron al escriba Esdras que llevara el libro de la ley de Moisés, que el Señor le había dado al pueblo de Israel. Era el día primero del mes séptimo del año. Entonces Esdras, que también era sacerdote, llevó el libro y lo mostró a todo el pueblo y a todos los que podían entender, lo mismo a hombres que a mujeres, y desde el alba hasta el medio día lo leyó en la plaza que está frente a la Puerta de las Aguas. Todo el pueblo escuchaba con mucha atención la lectura del libro de la ley, y para que todos escucharan mejor Esdras se subió a un estrado de madera hecho a propósito. A su derecha estaban Matatías, Semá, Anías, Urías, Hilcías y Maseías; a su izquierda estaban Pedaías, Misael, Malquías, Jasún, Jasbadana, Zacarías y Mesulán.

Esdras abrió el libro ante todo el pueblo, y como él estaba por encima de los presentes, todos lo vieron y prestaron mucha atención Entonces Esdras bendijo la grandeza del Señor, y el pueblo, con las manos hacia el cielo, respondió a una sola voz: «¡Amén! ¡Amén!» Luego, todos se inclinaron hasta el suelo y adoraron al Señor.

Mientras la ley era leída, los levitas Josué, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetay, Hodías, Maseías, Kelita, Azarías, Yozabad, Janán y Pelaía explicaban al pueblo la lectura, y el pueblo estaba tan interesado que no se movía de su lugar. Y es que la lectura de la ley se hacía con mucha claridad, y se recalcaba todo el sentido, de modo que el pueblo pudiera entender lo que escuchaba.

Como todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley, el gobernador Nehemías, el sacerdote y escriba Esdras, y los levitas que explicaban al pueblo el sentido de la ley, dijeron:

«Este día está consagrado al Señor, nuestro Dios. No hay razón para que lloren y se pongan tristes.»

10 También dijeron:

«Vayan y coman bien, y tomen un buen vino, pero compartan todo con los que nada tienen. Éste día está consagrado a nuestro Señor, así que no estén tristes. El gozo del Señor es nuestra fuerza.»

11 También los levitas animaban al pueblo y le decían:

«Ya no lloren. No estén tristes, porque hoy es un día sagrado.»

12 Entonces todo el pueblo se fue a comer y a beber, y a compartir su comida; y pasaron el día muy alegres, pues habían entendido las explicaciones que les habían dado.

13 Al día siguiente, los jefes de familias de todo el pueblo, y los sacerdotes y los levitas, se reunieron con el escriba Esdras para que les explicara las palabras de la ley, 14 y en el libro que el Señor les había dado por medio de Moisés encontraron una ley, la cual decía que en el séptimo mes del año debía celebrarse una fiesta solemne, durante la cual todos los israelitas debían vivir siete días en tabernáculos. 15 Esta ley debía pregonarse por todas las ciudades, y en Jerusalén, y la orden era:

«Salgan a los montes y corten ramas de olivo silvestre, y ramas de arrayán, y hojas de palmeras y de todo árbol frondoso, y hagan unas cabañas, como está escrito.»(D)

16 El pueblo salió a cortar ramas para hacer las cabañas. Algunos las hicieron en las azoteas de sus casas; otros las pusieron en sus patios, o en el patio del templo, o en la plaza de la Puerta de las Aguas, y hasta en la plaza de la Puerta de Efraín. 17 Todos los israelitas que habían vuelto del cautiverio armaron sus cabañas y durmieron allí, pues desde los días de Josué hijo de Nun hasta ese día no habían cumplido con este mandato, y ahora que lo cumplían sentían una gran alegría. 18 Durante siete días celebraron la fiesta con toda solemnidad, y el octavo día se reunieron en una asamblea solemne, conforme a lo establecido. Y todos los días, desde el primero hasta el último, Esdras leía el libro de la ley de Dios.

Esdras confiesa los pecados de Israel

El día veinticuatro del mismo mes, los israelitas volvieron a reunirse para ayunar, vestidos con ropas ásperas y con la cabeza cubierta de polvo. Para entonces los israelitas ya habían apartado de sí a los hijos de extranjeros. Puestos de pie, los israelitas confesaron sus pecados y los de sus padres, y así de pie, durante tres horas escucharon la lectura del libro de la ley del Señor su Dios, y durante las siguientes tres horas el pueblo confesó sus pecados y adoró al Señor.

Luego, los levitas Josué, Bani, Cadmiel, Sebanías, Binuy, Serebías, Bani y Quenani subieron los escalones, y en voz alta clamaron al Señor. Por su parte, los levitas Josué, Cadmiel, Bani, Jasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petajías dijeron al pueblo:

«¡Vamos, bendigamos al Señor nuestro Dios desde la eternidad y hasta la eternidad!

»Señor, ¡que tu glorioso y excelso nombre sea bendito más allá de toda bendición y alabanza! Tú, Señor, eres el único Señor. Tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todas sus huestes; tú creaste la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos; tú diste vida a todo cuanto existe; por eso las huestes celestiales te adoran. Tú, Señor, eres el Dios que eligió a Abrán; tú le ordenaste salir de Ur de los caldeos; tú le pusiste por nombre Abrahán;(E) tú lo consideraste digno de confianza e hiciste un pacto con él; tú prometiste dar a sus descendientes la tierra donde vivían los cananeos, los hititas, los amorreos, los ferezeos, los jebuseos y los gergeseos,(F) y cumpliste tu promesa, porque eres justo. Tú viste en Egipto(G) la aflicción de nuestros padres, y escuchaste su clamor en el Mar Rojo;(H) 10 tú realizaste señales y maravillas contra el Faraón y sus ejércitos, y contra todos los habitantes de su país,(I) pues sabías que habían tratado a tu pueblo con soberbia; ese día engrandeciste tu nombre, como lo has engrandecido hoy.

11 »Ante sus propios ojos, tú dividiste el mar en dos, y tu pueblo pasó por él como en tierra seca;(J) a sus perseguidores, los hundiste en el mar como se hunde una piedra en aguas profundas.(K) 12 Tú los guiaste durante el día por medio de una gran nube, y de noche iluminaste su camino con una columna de fuego, para mostrarles el camino que debían seguir.(L) 13 Tú descendiste a la cumbre del monte Sinaí; les hablaste desde el cielo y les diste consejos sabios, leyes verdaderas, y estatutos y mandamientos buenos. 14 Tú les ordenaste respetar la santidad de tu día de reposo, y por medio de tu siervo Moisés les prescribiste mandamientos, estatutos y leyes.(M) 15 Cuando tuvieron hambre,(N) tú les diste a comer pan del cielo; cuando tuvieron sed, hiciste que brotara agua de la peña,(O) y finalmente les diste posesión de la tierra, como habías prometido hacerlo.(P)

16 »Pero ellos y nuestros padres se llenaron de soberbia, y en su obstinación no prestaron atención a tus mandamientos. 17 Se negaron a escucharte y se olvidaron de los hechos maravillosos que habías hecho por ellos; al contrario, se volvieron duros y rebeldes, y buscaron líderes que los guiaran para volver a caer en servidumbre.(Q)

»Pero tú eres un Dios que perdona; eres un Dios clemente y compasivo; no te enojas fácilmente porque tu misericordia(R) es grande; por eso no los abandonaste, 18 aunque ellos fundieron un becerro y le dijeron al pueblo que ése era el dios que los había sacado de Egipto.(S) Aunque ellos se dedicaron a cometer actos muy repugnantes, 19 tú, por tu gran misericordia, no los abandonaste en el desierto: durante el día, la columna de nube no se apartó de ellos para guiarlos en su camino; durante la noche, tampoco se apartó de ellos la columna de fuego para alumbrarles el camino que debían seguir. 20 Les enviaste tu buen espíritu para instruirles, y no les quitaste el maná con que se alimentaban ni les faltó agua para apagar su sed. 21 Durante cuarenta años los sustentaste en el desierto, y nunca nada les faltó, ni se gastaron sus vestidos, ni se les hincharon los pies.(T) 22 Pusiste en sus manos reinos y pueblos, y los repartiste por distritos, y tomaron posesión de las tierras de Sijón, el rey de Jesbón, y de Og, el rey de Basán.(U) 23 Les diste tantos hijos como las estrellas de los cielos,(V) y los guiaste hasta la tierra que habrían de poseer,(W) como lo habías prometido a sus padres. 24 Y sus descendientes tomaron posesión de esas tierras; tú les diste la victoria sobre los que allí habitaban, y ellos vencieron a los cananeos y a sus reyes, y a los pueblos vecinos, para que hicieran con ellos lo que quisieran.(X) 25 Y ellos conquistaron ciudades amuralladas y tierras fértiles; se adueñaron de buenas casas y de todo tipo de bienes, de cisternas, de viñedos, de olivares y de abundantes árboles frutales; y comieron hasta saciarse, y disfrutaron de tu gran bondad.(Y)

26 »Pero provocaron tu enojo porque se rebelaron contra ti, y tuvieron en poco tus leyes; mataron a tus profetas porque les hacían ver su maldad para que se volvieran a ti, pero ellos cometieron actos muy repugnantes.

27 »Entonces los dejaste caer en poder de sus enemigos, que los afligieron en gran manera. Y cuando se vieron atribulados, te pidieron ayuda y tú, desde el cielo, los escuchaste, porque eres un Dios misericordioso, y les enviaste hombres valerosos para que los libraran del poder de sus enemigos.

28 »Pero una vez que estaban en paz, volvían a su mal comportamiento, y por eso tú los dejaste caer en poder de sus enemigos, y ellos volvieron a dominarlos. Pero volvían a pedirte ayuda, y tú, desde el cielo, te compadecías de ellos y los librabas.(Z) 29 Los reprendiste para que respetaran tus leyes, pero ellos, en su soberbia, no cumplieron tus mandamientos sino que se rebelaron contra tus juicios, por los cuales todo hombre que los cumpla, vivirá.(AA) Se rebelaron, se encapricharon, no quisieron escucharte. 30 Pero tú les tuviste paciencia por mucho tiempo, y por medio de tus profetas les diste muestras de tu espíritu. Pero ellos no quisieron escucharte.(AB) Por eso los dejaste caer en manos de otros pueblos. 31 Gracias a tu gran misericordia, no acabaste con ellos ni los dejaste en el desamparo, porque eres un Dios clemente y misericordioso.

32 »Por eso, Dios nuestro, Dios grande, fuerte y temible, que cumples fielmente tu pacto y mantienes tu gran misericordia con tu pueblo, no tengas en poco todo el sufrimiento que han soportado nuestros reyes y príncipes, nuestros sacerdotes y profetas, nuestros padres y todo tu pueblo, desde que fuimos esclavizados por los reyes de Asiria(AC) hasta nuestros días. 33 Tú has actuado con justicia en todo lo que nos ha sucedido, porque tú haces todo con rectitud; nosotros, en cambio, hemos hecho lo malo. 34 Ninguno de nuestros antepasados cumplió la ley: ni nuestros reyes, ni nuestros príncipes, ni nuestros sacerdotes ni nuestros padres. Ninguno de ellos obedeció tus mandamientos ni escuchó tus reprensiones. 35 Aceptaron los numerosos reinos que por tu bondad les diste, y disfrutaron de la vasta y fértil tierra que les entregaste; y ni aun así quisieron servirte ni se arrepintieron de su maldad. 36 Por eso hoy vivimos como esclavos de otros; somos esclavos en nuestra propia tierra, la tierra que prometiste a nuestros antepasados, para que disfrutaran de sus productos. 37 Sus frutos son abundantes, pero ahora van a parar a los graneros de los reyes que nos dominan, y todo a causa de nuestra maldad; ellos se han convertido en nuestros amos, en dueños de nuestro ganado, y hacen con nosotros lo que quieren. Y estamos en grandes aprietos.

38 »En vista de todo esto, hoy nos comprometemos contigo, y nosotros y nuestros príncipes, y los sacerdotes y los levitas, firmamos este compromiso.»

Hechos 3

Curación de un cojo

Un día, Pedro y Juan subían juntos al templo. Eran las tres de la tarde, es decir, el momento de la oración, y vieron allí a un hombre cojo de nacimiento. Todos los días era puesto a la entrada del templo, en la puerta llamada «la Hermosa», para pedirles limosna a los que entraban en el templo. Cuando el cojo vio que Pedro y Juan estaban por entrar, les rogó que le dieran limosna. Entonces Pedro, que estaba con Juan, fijó la mirada en el cojo y le dijo: «¡Míranos!» El cojo se les quedó mirando, porque esperaba que ellos le dieran algo, pero Pedro le dijo: «No tengo oro ni plata, pero de lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!» Y tomándolo de la mano derecha, lo levantó, ¡y al momento se le afirmaron los pies y los tobillos! El cojo se puso en pie de un salto, y se echó a andar; luego entró con ellos en el templo, mientras saltaba y alababa a Dios. Todo el pueblo lo vio andar y alabar a Dios, 10 y lo reconocían como el cojo que se sentaba a pedir limosna a la entrada del templo, en la puerta «la Hermosa», y se quedaban admirados y asombrados por lo que le había sucedido al cojo.

Discurso de Pedro en el pórtico de Salomón

11 Mientras el cojo que había sido sanado no soltaba a Pedro ni a Juan, todo el pueblo fue al pórtico llamado «de Salomón», y sin salir de su asombro se acercó a ellos. 12 Cuando Pedro los vio, les dijo: «Varones israelitas, ¿qué es lo que les asombra? ¿Por qué nos ven como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho que este hombre camine? 13 El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, que es el Dios de nuestros antepasados, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien ustedes entregaron y negaron delante de Pilato, cuando éste ya había resuelto ponerlo en libertad. 14 Pero ustedes negaron al Santo y Justo, y pidieron que se les entregara un homicida.(A) 15 Fue así como mataron al Autor de la vida, a quien Dios resucitó de los muertos. De eso nosotros somos testigos, 16 y por la fe en su nombre, a este hombre que ustedes ven y conocen, Dios lo ha restablecido; por la fe en Jesús, Dios lo ha sanado completamente en presencia de ustedes.

17 »Hermanos, yo sé que tanto ustedes como sus gobernantes lo negaron por ignorancia, 18 pero Dios cumplió de esta manera lo que ya había anunciado por medio de todos sus profetas, es decir, que su Cristo tenía que padecer. 19 Por lo tanto, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios, para que sus pecados les sean perdonados 20 y Dios haga venir sobre ustedes tiempos de alivio y les envíe a Cristo Jesús, que ya les fue anunciado. 21 Es necesario que el cielo reciba a Jesús hasta el momento en que todas las cosas sean restauradas, lo cual Dios ya ha anunciado desde los tiempo antiguos por medio de sus santos profetas. 22 Porque Moisés dijo: “El Señor su Dios les levantará un profeta de entre sus hermanos, como me levantó a mí. Ustedes deben atender a todo lo que él les diga.(B) 23 Todo aquel que no escuche a ese profeta, será eliminado del pueblo.”(C) 24 Porque todos los profetas, a partir de Samuel, han hablado de estos días y los han anunciado. 25 Ustedes son los descendientes de los profetas; son herederos del pacto que Dios hizo con nuestros antepasados, cuando le prometió a Abrahán: “En tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra.”(D) 26 Cuando Dios resucitó a su Hijo, en primer lugar lo envió a ustedes para bendecirlos, y para que cada uno de ustedes se convierta de su maldad.»

Reina Valera Contemporánea (RVC)

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