Old/New Testament
Cuéntenles a los pueblos sus obras
(1 Cr 16:8-22)
1 Den gracias al SEÑOR, alaben su nombre.
Cuéntenles a las naciones lo que ha hecho.
2 Entonen canciones de alabanza a Dios;
hablen de las maravillas que él hace.
3 Siéntanse orgullosos de su santo nombre.
Que se alegre el corazón de los que buscan al SEÑOR.
4 Busquen fortaleza en el SEÑOR;
recurran siempre a su ayuda.
5 Recuerden sus señales y milagros
y las decisiones justas que ha dictado.
6 Recuérdenlo ustedes, descendientes de Abraham, su siervo;
ustedes hijos de Jacob, el elegido.
7 El SEÑOR es nuestro Dios;
sus justas decisiones tienen vigencia en el mundo entero.[a]
8 Él recuerda siempre su pacto;
por mil generaciones será fiel a sus promesas.
9 Mantendrá el pacto que hizo con Abraham,
la promesa que le hizo a Isaac,
10 y luego la confirmó como ley a Jacob,
como pacto eterno para Israel.
11 Dios dijo: «Te daré la tierra de Canaán,
como la herencia que te corresponde».
12 Aun cuando eran pocos,
unos cuantos extranjeros en la tierra;
13 que viajaban de nación en nación,
de un reino a otro,
14 Dios no permitió que nadie los oprimiera,
sino que les advirtió a los reyes:
15 «No toquen a mis elegidos,
ni les hagan daño a mis profetas».
16 Dios hizo que hubiera hambre en aquella tierra,
les destruyó todo su alimento.
17 Pero Dios envió delante de ellos a un hombre llamado José,
que había sido vendido como esclavo.
18 Ataron una cadena a sus pies
y le pusieron un aro de hierro en su cuello.
19 José fue esclavo hasta que sucedió lo que él había anunciado.
La promesa del SEÑOR que José había recibido,
lo ponía a aprueba continuamente.[b]
20 Así que el rey de Egipto lo liberó;
el líder de la nación lo sacó de la prisión.
21 Él puso a José a cargo de su casa,
y de todo lo que el rey poseía,
22 para que les enseñara a los otros líderes
y les comunicara sabiduría a los ancianos.
23 Entonces, Israel vino a Egipto;
Jacob vivió en el país de Cam[c].
24 Dios hizo que su pueblo creciera en gran número;
se volvieron más poderosos que sus enemigos.
25 Entonces hizo que los egipcios comenzaran a odiar al pueblo de Dios
e hicieran planes contra los siervos de él.
26 Entonces Dios envió a su siervo Moisés
y a Aarón, su sacerdote elegido.
27 Ellos hicieron muchas señales
y maravillas en el país de Cam.
28 Dios envió la más terrible oscuridad,
pero los egipcios no le prestaron atención.
29 Así que convirtió el agua en sangre,
y todos los peces murieron.
30 El país de los egipcios se llenó de ranas,
incluso la habitación del rey.
31 Dios dio la orden,
y las moscas y los insectos invadieron todo el país.
32 Dios hizo que la lluvia se convirtiera en granizo,
e hizo caer fuertes rayos sobre la ciudad.
33 Dios destruyó sus cultivos y sus plantas;
hizo astillas hasta el último árbol del país.
34 Dio la orden, y llegaron las langostas;
el número de larvas de langosta era incontable.
35 Destruyeron todas las plantas del país;
se comieron todos los cultivos.
36 Entonces, les quitó la vida
a todos los hijos mayores de las familias del país,
el primer fruto de su vigor.
37 Luego sacó a su pueblo de Egipto, cargado de oro y plata.
Ninguno de entre sus tribus tropezó.
38 Egipto estaba feliz de verlos salir,
porque los dominaba el miedo que les tenían.
39 Dios desplegó una nube para cubrirlos
y un fuego que los alumbrara de noche.
40 La gente le pidió comida, y Dios les dio codornices;
les envió desde el cielo pan en abundancia.
41 Abrió la roca y de ella salió agua por montones,
la cual corrió como un río en medio del desierto.
42 Dios recordó la promesa sagrada
que había hecho a su siervo Abraham.
43 Dios sacó a su pueblo elegido;
salieron felices dando gritos de alegría.
44 Luego, le dio a su pueblo la tierra en que otros vivían;
recibieron lo que otros habían trabajado.
45 Dios hizo esto para que su pueblo obedeciera sus leyes
y siguiera sus enseñanzas.
¡Alabado sea el SEÑOR!
El Dios de Israel
1 ¡Aleluya!
Den gracias al SEÑOR, porque él es bueno;
su fiel amor dura para siempre.
2 ¿Quién puede describir lo grande que es el SEÑOR?
¿O alabar a Dios de la manera que él merece?
3 Afortunados los que practican la justicia
y siempre hacen lo que es justo.
4 SEÑOR, recuérdame cuando tengas compasión de tu pueblo;
fíjate en mí cuando traigas salvación,
5 para que yo vea la prosperidad de tus elegidos;
me alegre y llene de orgullo de la gente que es tu propiedad.
6 Hemos pecado al igual que nuestros antepasados;
hemos actuado mal e hicimos cosas malas.
7 Nuestros antepasados en Egipto
no apreciaron los milagros que hiciste;
olvidaron las numerosas obras de tu fiel amor.
Allí junto al mar Rojo,
nuestros antepasados te dieron la espalda.
8 Pero Dios los salvó por el prestigio de su nombre
para mostrar su gran poder.
9 Reprendió al mar Rojo y se secó;
y los llevó por el mar profundo
como si pasaran por un desierto.
10 Los libró de sus enemigos,
del poder de quienes los odiaban.
11 Las aguas sepultaron a sus enemigos
y no quedó ni uno vivo.
12 Entonces ellos creyeron en sus promesas
y le entonaron canciones de alabanza.
13 Pero pronto se olvidaron de lo que Dios hizo por ellos;
no prestaron atención al consejo que Dios les dio.
14 Nuestros antepasados tuvieron deseos desordenados,
y pusieron a prueba a Dios en el desierto.
15 Dios les dio lo que le pidieron,
pero también les dio una enfermedad terrible.
16 Tuvieron envidia de Moisés en el campamento,
y de Aarón el consagrado del SEÑOR.
17 La tierra se abrió y se tragó a Datán;
se cerró y cubrió al grupo de Abirán.
18 Después, el fuego consumió a ese grupo,
quemó a todos esos perversos.
19 Hicieron un becerro en el monte Horeb
y se postraron ante una imagen de fundición.
20 Cambiaron al Dios glorioso
por la imagen de un toro que come hierba.
21 Dios salvó a nuestros antepasados,
pero ellos se olvidaron de él.
Se olvidaron de los milagros que Dios hizo en Egipto,
22 de las maravillas que hizo en el país de Cam
y de las cosas asombrosas que hizo en el mar Rojo.
23 Dios quiso destruirlos,
pero Moisés, su elegido, se puso entre Dios y el pueblo.
Aunque Dios estaba furioso,
Moisés evitó que destruyera a su pueblo.
24 Sin embargo, esa gente se negó a entrar en la tierra hermosa;
no creían en las promesas de Dios.
25 En sus carpas se quejaban del SEÑOR
y se negaron a obedecer lo que les ordenaba.
26 Entonces Dios levantó su mano
para que murieran en el desierto,
27 para que sus descendientes cayeran ante sus enemigos,
y para dispersarlos entre las naciones.
28 Luego, se unieron en la adoración de Baal Peor,
y comieron de lo sacrificado a los muertos[d].
29 Provocaron a Dios con sus hechos,
y les cayó una plaga.
30 Pero Finés decidió hacer lo que era necesario y correcto,
y la plaga se detuvo.
31 Dios le tomó en cuenta lo que hizo
y lo consideró un acto de justicia,
para siempre y de generación en generación.
32 Hicieron enojar al SEÑOR en Meribá
y por culpa de ellos le fue muy mal a Moisés,
33 pues lo importunaron tanto
que él habló sin pensar.
34 No destruyeron a los pueblos
que el SEÑOR les había dicho que destruyeran.
35 Al contrario, se mezclaron con los paganos
y asimilaron sus costumbres.
36 Adoraron a los ídolos de ellos
y eso se les convirtió en una trampa,
37 pues resultaron ofreciendo a sus propios hijos e hijas
como sacrificio a esos demonios.
38 Derramaron sangre inocente,
la de sus hijos e hijas
al sacrificarlos a los ídolos de Canaán.
La tierra se contaminó con su sangre.
39 Contaminaron su vida
y se prostituyeron con todas sus maldades.
40 El SEÑOR se enojó con su pueblo,
se cansó de la gente que heredó.
41 Los entregó a otras naciones;
dejó que sus enemigos los gobernaran.
42 Los enemigos los oprimieron
y bajo su poder fueron humillados.
43 Dios salvó a su pueblo muchas veces,
pero ellos se pusieron en contra de él
y se hundieron en su maldad.
44 Pero al verlos llenos de angustia
y al escuchar sus gritos pidiendo ayuda,
45 Dios recordó el pacto que había hecho con ellos,
y debido a su fiel amor cambió de parecer.
46 Hizo que sus opresores
les tuvieran compasión.
47 Sálvanos, SEÑOR Dios nuestro,
reúnenos de entre las naciones
para agradecer a tu santo nombre
y alabarte con orgullo.
48 Bendito sea el SEÑOR, Dios de Israel,
que siempre ha vivido y siempre vivirá.
Y todo el pueblo dijo: «Así sea».
¡Aleluya!
Divisiones entre los creyentes
3 Hermanos, antes no les podía hablar como a gente espiritual, sino como a los que todavía no han crecido espiritualmente, es decir, como a bebés en Cristo. 2 Las enseñanzas que les di fueron como leche porque todavía no podían comer nada sólido. Y aun no están listos para comerlo, 3 pues todavía no siguen al Espíritu. Aun hay envidias y peleas entre ustedes, ¿no demuestra eso que todavía no han crecido espiritualmente y que actúan como cualquier otro del mundo? 4 Cuando uno de ustedes dice: «Yo sigo a Pablo» y otro dice: «Yo sigo a Apolos», actúan como la gente del mundo.
5 ¿Es Apolos el más importante? ¿Es Pablo el más importante? Sólo somos siervos de Dios que los hemos ayudado a ustedes para que tengan fe. Cada uno de nosotros hizo el trabajo que el Señor le dio. 6 Yo sembré la semilla y Apolos la regó, pero Dios la hizo crecer. 7 Entonces, el importante no es el que siembra la semilla ni el que la riega, sino Dios que la hace crecer. 8 El que siembra y el que riega tienen el mismo propósito. Cada uno recibirá una recompensa según los resultados del trabajo que haga. 9 Nosotros somos compañeros de trabajo al servicio de Dios y ustedes son como la tierra que Dios cultiva.
Ustedes son como una casa que le pertenece a Dios. 10 Yo senté las bases de esa casa como un hábil constructor, gracias al don que Dios me dio, pero hay otros que construyen sobre esa base. Cada uno debe tener cuidado de cómo construye. 11 La base de todo ya está construida y nadie puede construir otra porque esa base es Jesucristo. 12 Algunos construyen sobre esa base con oro, plata, piedras preciosas, madera, cañas o paja. 13 Pero en ese día, el trabajo de cada uno se dará a conocer como realmente es. Ese día habrá fuego para poner a prueba su trabajo y para demostrar la calidad de lo que cada cual ha hecho. 14 Si lo que alguien construyó resiste el fuego, ese constructor recibirá su recompensa. 15 Si su construcción se quema, sufrirá pérdidas; él se salvará, pero como alguien que escapa de un fuego.
16 Ustedes deberían saber que son el templo de Dios y el Espíritu de Dios vive en ustedes. 17 Aquel que destruya el templo de Dios, será destruido por Dios. El templo de Dios es santo[a], por eso ustedes también son santos.
18 No se engañen a ustedes mismos. Si alguno se cree sabio según la sabiduría de este mundo, primero hágase ignorante para ser verdaderamente sabio. 19 (A)Porque la sabiduría de este mundo es una tontería para Dios. Así está escrito:
«Dios atrapa a los sabios
en la propia ingeniosidad de ellos».[b]
20 (B)Y además:
«El Señor sabe que los pensamientos de los sabios
no valen nada».[c]
21 Por eso nadie debe alabarse por seguir a un ser humano, pues todo es de ustedes: 22 Pablo, Apolos, Pedro, el mundo, la vida, la muerte, lo presente o lo futuro. Todo les pertenece a ustedes, 23 ustedes pertenecen a Cristo, y él pertenece a Dios.
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