Old/New Testament
El rey de Asiria ataca a Judá
(2 R 18:13-19:37; Is 36-37)
32 Después de toda esta prueba de fidelidad de Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, vino contra Judá y sitió las ciudades fortificadas, decidido a conquistarlas. 2 Cuando Ezequías vio que Senaquerib venía también a atacar Jerusalén, 3 consultó con los jefes civiles y militares y les propuso cegar las fuentes de agua que estaban fuera de la ciudad, y ellos decidieron apoyarlo. 4 Entonces reunieron a mucha gente, y cegaron todas las fuentes de agua y el arroyo que corría en medio de esa región para que así, cuando llegaran los reyes de Asiria, no encontraran agua en abundancia.
5 Armándose de valor, Ezequías fortificó y reparó las brechas de la muralla. Reconstruyó las torres sobre ella e hizo una muralla exterior a la que había. Fortificó el Milo de la Ciudad de David y fabricó muchas lanzas y escudos. 6 También puso jefes militares al frente de la gente. Convocó a todos en la plaza que está frente a la entrada de la ciudad y los animó con estas palabras: 7 «Sean fuertes y llénense de valor. No tengan miedo y no se espanten ante el rey de Asiria y ante el numeroso ejército que trae consigo, porque hay más con nosotros que con él. 8 De su lado está la fuerza humana pero a nuestro lado está el SEÑOR nuestro Dios para ayudarnos y luchar nuestras batallas». El pueblo tuvo confianza en las palabras de Ezequías, rey de Judá.
9 Después de esto Senaquerib, rey de Asiria, mientras atacaba a Laquis con todas sus fuerzas, envió a Jerusalén a uno de sus siervos para que les dijera lo siguiente a Ezequías y a todos los de Judá que estaban en Jerusalén:
10 «Así dice Senaquerib, rey de Asiria: “¿En qué confían ustedes que se quedan en Jerusalén, que ya es una ciudad sitiada? 11 ¿No ven que Ezequías los está engañando y los va a llevar a morir del hambre y de sed cuando les dice: el SEÑOR nuestro Dios nos salvará del poder del rey de Asiria? 12 ¿Acaso no fue Ezequías el que acabó con los santuarios sobre las colinas y los altares y les dijo a Judá y a Jerusalén que sólo adoraran y quemaran incienso ante un altar? 13 ¿No saben ustedes lo que les hemos hecho mis antepasados y yo a todos los pueblos de la tierra? ¿Acaso los dioses de esas naciones pudieron librarlas de mi poder? 14 ¿Qué dios de todos los de esas naciones que destruyeron mis antepasados pudo salvar a su país de mi poder? ¿Por qué creen que el de ustedes podrá salvarlos? 15 Así que no dejen que Ezequías los engañe y les siga tomando el pelo. No le crean más porque si ningún dios de todas aquellas naciones pudo evitar que su pueblo cayera en mis manos o en las de mis antepasados, ¿cuánto menos el dios de ustedes podrá librarlos a ustedes de caer en mis manos?”»
16 Todo eso y mucho más decían los oficiales del rey de Asiria contra el Señor DIOS y contra su siervo Ezequías. 17 También escribió cartas en las que insultaba al SEÑOR, Dios de Israel, y en la que decía contra él: «Tal como los dioses de las naciones de los otros países no pudieron salvar a sus pueblos de mi poder, tampoco el Dios de Ezequías podrá salvar a su pueblo de mi poder».
18 Entonces los funcionarios de Senaquerib le hablaban a gritos en hebreo al pueblo de Jerusalén que estaba en la muralla. Lo hacían para asustarlos e intimidarlos, a fin de capturar la ciudad. 19 Les decían que el Dios de Jerusalén era igual a los dioses de los otros pueblos de la tierra obra del ser humano.
20 Debido a esto, el rey Ezequías y el profeta Isaías hijo de Amoz oraron y pidieron ayuda al cielo. 21 Entonces el SEÑOR mandó a un ángel que aniquiló a todos los soldados, capitanes y comandantes del campamento del rey de Asiria y este se vio obligado a volver a su país, cubierto de vergüenza. Cuando entró al templo de su dios, sus propios hijos lo asesinaron a espada.
22 Así fue que el SEÑOR salvó a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén de las manos del rey de Asiria y de todos sus enemigos, y le dio paz en todas sus fronteras. 23 Entonces mucha gente fue a Jerusalén con ofrendas para el SEÑOR y regalos costosos para Ezequías, rey de Judá. El prestigio de Ezequías aumentó frente a todas las demás naciones.
24 En esos días Ezequías se enfermó y estuvo al borde de la muerte. Entonces oró al SEÑOR, quien le respondió y le dio una señal. 25 Pero Ezequías no agradeció el favor recibido, sino que se llenó de orgullo, y eso hizo enojar a Dios contra él y también contra Judá y contra Jerusalén. 26 Pero luego Ezequías dejó el orgullo de su corazón y se humilló junto con los habitantes de Jerusalén. Entonces mientras Ezequías vivió, el SEÑOR no volvió a descargar su ira contra ellos.
Prosperidad y últimos días de Ezequías
27 Ezequías tuvo muchas riquezas y honores. Adquirió tesoros de plata y oro, piedras preciosas, perfumes, escudos y toda clase de objetos valiosos. 28 Hizo también depósitos para almacenar el trigo, el vino y el aceite. Mandó hacer establos para toda clase de ganado y rediles para los rebaños. 29 Ezequías edificó también ciudades y adquirió ganado y rebaños en abundancia porque Dios le había dado muchísimas riquezas. 30 Ezequías fue también el que cegó la salida superior de las aguas del Guijón y las canalizó bajo tierra hacia la parte occidental de la Ciudad de David. Así, Ezequías tuvo éxito en todo lo que se propuso hacer.
31 Sin embargo, cuando los príncipes de Babilonia enviaron mensajeros para investigar el milagro que había sucedido en el país, Dios dejó solo a Ezequías para ponerlo a prueba y conocer todo lo que había en su corazón. 32 El resto de los hechos de Ezequías y sus obras que mostraban su fidelidad están escritos en la visión del profeta Isaías hijo de Amoz y en El libro de los reyes de Judá y de Israel. 33 Ezequías murió y lo sepultaron en la parte superior del panteón de los descendientes de David. Recibió honras fúnebres de todo Judá y de los habitantes de Jerusalén. Su hijo Manasés reinó en su lugar.
Manasés, rey de Judá
(2 R 21:1-18)
33 Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y gobernó por 55 años en Jerusalén. 2 Él hizo lo que no le agradaba al SEÑOR. Cometió los terribles pecados que cometían las otras naciones, las que el SEÑOR expulsó del país cuando entraron los israelitas. 3 Manasés construyó de nuevo los santuarios sobre las colinas, que su papá Ezequías había destruido. También construyó altares para los baales e hizo postes de Aserá. Manasés adoró y sirvió las estrellas del cielo, 4 construyó altares en honor a dioses falsos en el templo del SEÑOR, aquel lugar que el SEÑOR mencionaba cuando dijo: «Yo pondré mi nombre en Jerusalén para siempre». 5 Manasés construyó altares para las estrellas del cielo en el atrio del templo del SEÑOR, 6 sacrificó a su propio hijo y lo quemó en el valle de Ben Hinón. Practicó la magia, la adivinación y la hechicería. Consultó médium y brujos. Manasés hizo tantas cosas que desagradaban al SEÑOR que provocó su enojo.
7 Manasés puso en el templo de Dios una estatua de un ídolo que había hecho. Dios les había dicho a David y a su hijo Salomón acerca del templo: «He elegido a Jerusalén de entre Israel, pondré mi nombre en Jerusalén para siempre. 8 Yo no haré que los israelitas salgan de la tierra que les di a sus antepasados, los dejaré si obedecen todo lo que les he mandado, toda la ley, estatutos y mandamientos que les di por medio de Moisés». 9 Manasés hizo hacer a Judá y a los habitantes de Jerusalén peores maldades que las otras naciones que vivían antes de Israel en la tierra de Canaán, a las que el SEÑOR destruyó cuando vinieron los israelitas para tomar posesión de la tierra.
10 El SEÑOR les advirtió a Manasés y a su pueblo, pero no le hicieron caso. 11 Debido a eso el SEÑOR hizo que los comandantes del ejército de Asiria invadieran el país. Ellos capturaron a Manasés y lo llevaron a Babilonia sujeto con garfios y cadenas de bronce.
12 Pero cuando se vio en semejante situación tan angustiosa, rogó al SEÑOR su Dios y se humilló profundamente ante el Dios de sus antepasados. 13 Manasés oró a Dios, él atendió su súplica y le permitió volver a Jerusalén y regresar a gobernar. Así fue como Manasés comprendió que el SEÑOR es Dios.
14 Después de todo esto, Manasés construyó una muralla alta al exterior de la Ciudad de David, la cual iba desde el occidente del arroyo de Guijón, en el valle, hasta la puerta del Pescado y rodeaba Ofel. Además puso comandantes militares en todas las ciudades fortificadas de Judá. 15 También quitó del templo del SEÑOR los dioses extranjeros, el ídolo y todos los altares que habían construido en el monte del templo del SEÑOR y en Jerusalén, y los arrojó fuera de la ciudad. 16 Después reparó el altar del SEÑOR, presentó en él ofrendas para festejar y ofrendas de acción de gracias, y le ordenó a Judá que sirviera al SEÑOR, Dios de Israel. 17 Sin embargo, el pueblo siguió ofreciendo sacrificios en los santuarios sobre las colinas, aunque los ofrecía sólo al SEÑOR su Dios.
18 El resto de los hechos de Manasés, incluso la oración que hizo a Dios y las palabras de los videntes que le advirtieron en el nombre del SEÑOR, Dios de Israel, están escritos en Las crónicas de los reyes de Israel. 19 Su oración y la respuesta que recibió, al igual que todo lo que tiene que ver con su pecado e infidelidad, los lugares donde hizo santuarios sobre las colinas y donde colocó postes de Aserá y los ídolos que hizo antes de humillarse ante Dios, todo esto está escrito en Las crónicas de los videntes[a]. 20 Manasés murió y fue sepultado en su palacio, con sus antepasados. Su hijo Amón reinó en su lugar.
Amón, rey de Judá
(2 R 21:19-26)
21 Amón tenía 22 años cuando comenzó a reinar, y gobernó dos años en Jerusalén. 22 Amón hizo las mismas maldades ante el SEÑOR como había hecho su papá Manasés. Ofreció sacrificios a los mismos ídolos que su papá había hecho y los adoró. 23 Pero, a diferencia de su papá, Amón no se humilló ante el SEÑOR, y por eso multiplicó sus pecados.
24 Los funcionarios de Amón tramaron una conspiración en su contra y lo mataron dentro de su propia casa, 25 pero la gente del pueblo mató a los funcionarios que participaron en la conspiración contra el rey Amón y en su lugar pusieron como rey a su hijo Josías.
Jesús ante el sumo sacerdote
(Mt 26:59-66; Mr 14:55-64; Lc 22:66-71)
19 Entonces el sumo sacerdote le preguntó a Jesús acerca de sus seguidores y sus enseñanzas. 20 Jesús le contestó:
—Yo siempre hablé abiertamente a todo el mundo. Siempre enseñé en las sinagogas y en el área del templo donde todos los judíos se reúnen. Nunca dije nada en secreto. 21 ¿Por qué me haces esas preguntas? Pregúntales a los que me han oído. ¡Seguro que ellos saben lo que les dije!
22 Cuando dijo esto, uno de los guardias del templo que estaba parado cerca de Jesús le dio una bofetada y le dijo:
—¿Cómo te atreves a responderle así al sumo sacerdote?
23 Jesús le contestó.
—Si dije algo malo, diles a todos qué fue lo malo que dije, pero si lo que dije es cierto, ¿por qué me pegas?
24 Después Anás envió a Jesús atado a donde estaba Caifás, el sumo sacerdote.
Pedro niega conocer a Jesús
(Mt 26:71-75; Mr 14:69-72; Lc 22:58-62)
25 Simón Pedro estaba de pie calentándose, y le preguntaron:
—¿No eres tú uno de los seguidores de ese hombre?
Pero él lo negó diciendo:
—¡No, yo no!
26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, que era familiar del hombre al que Pedro le había cortado una oreja, dijo:
—Yo te vi en el huerto con él, ¿o no?
27 Entonces Pedro lo negó otra vez, y en ese momento cantó el gallo.
Llevan a Jesús ante Pilato
(Mt 27:1-2, 11-31; Mr 15:1-20; Lc 23:1-25)
28 Después salieron con Jesús de la casa de Caifás hasta el palacio del gobernador. Era bien temprano en la mañana, pero ellos no querían entrar al palacio del gobernador para no quedar impuros[a], pues eso les impediría comer la comida de la Pascua. 29 Entonces Pilato salió a verlos y les dijo:
—¿De qué acusan a este hombre?
30 Ellos le contestaron:
—Si este hombre no fuera un criminal, no lo hubiéramos traído ante ti.
31 Pilato les dijo:
—Llévenselo ustedes y júzguenlo según su ley.
Los líderes judíos le dijeron:
—No estamos autorizados para condenar a muerte a nadie.
32 Esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho Jesús sobre la muerte que iba a sufrir.
33 Entonces Pilato regresó al palacio, llamó a Jesús y le dijo:
—¿Eres tú el rey de los judíos?
34 Jesús contestó:
—¿Estás diciendo esto por ti mismo o ya otros te han hablado de mí?
35 Pilato respondió:
—¿Tú crees que soy un judío? Tu gente y los jefes de los sacerdotes fueron los que te trajeron a mí. ¿Qué hiciste?
36 Jesús respondió:
—Mi reino no pertenece a este mundo. Si así fuera, mis siervos pelearían para que no estuviera en manos de los judíos. Pero, de hecho, mi reino no es de acá.
37 Entonces Pilato le dijo:
—¿Así que eres un rey?
Jesús respondió:
—Tú dices que soy un rey. Nací para serlo y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que sea de la verdad, escucha mi voz.
38 Pilato le preguntó:
—¿Qué es la verdad?
Después de decir esto, salió otra vez a hablar con los judíos y les dijo:
—No lo encuentro culpable de nada. 39 Pero ustedes tienen la costumbre de que yo les ponga en libertad a alguien durante la Pascua. ¿Quieren que les ponga en libertad al “rey de los judíos”?
40 Gritaron de nuevo:
—¡A él no, a Barrabás!
Y Barrabás era un bandido.
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