Print Page Options
Previous Prev Day Next DayNext

Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
Duration: 365 days
Palabra de Dios para Todos (PDT)
Version
2 Crónicas 34-36

Josías, rey de Judá

(2 R 22:1-2)

34 Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y gobernó 31 años en Jerusalén. Josías hizo lo que le agradaba al SEÑOR y siguió el camino de su antepasado David, sin desviarse a la derecha ni a la izquierda. Después de reinar ocho años, mientras todavía era un joven, empezó a seguir al Dios de su antepasado David. En el año duodécimo de su reinado comenzó a purificar a Judá y a Jerusalén quitando los santuarios sobre las colinas, los postes de Aserá, los ídolos de piedra y las imágenes de metal fundido. Hizo destruir en su presencia los altares de los baales y despedazar los incensarios que había encima de los altares. Ordenó despedazar los postes de Aserá y los ídolos de piedra y de metal fundido. Los redujo a polvo y los hizo desparramar sobre las tumbas de los que hacían sacrificios en su honor. Quemó los huesos de los sacerdotes de los baales y esparció las cenizas sobre sus altares para purificar a Judá y a Jerusalén de ellos. En las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón y hasta Neftalí, quitó sus templos. En todo Israel derribó altares y postes de Aserá, redujo a polvo los ídolos y cortó en pedazos todos los altares para quemar incienso, y luego regresó a Jerusalén.

En el año 18 de su reinado, Josías, después de haber purificado el país y el templo, mandó a Safán hijo de Asalías, a Maseías, el alcalde de la ciudad, y a Joa hijo de Joacaz, el secretario real, a reparar el templo del SEÑOR su Dios. Ellos fueron a ver al sumo sacerdote Jilquías y le dieron el dinero que había sido recolectado en el templo de Dios y que los levitas porteros del templo habían recibido de la gente de Manasés y de Efraín, del resto que había quedado de Israel, de Judá y de Benjamín, y de los habitantes de Jerusalén. 10 Les entregaron el dinero a los supervisores encargados del templo del SEÑOR y con eso ellos pagaban a los obreros que trabajaban en las obras de reparación y restauración del templo del SEÑOR. 11 Pagaron a los carpinteros y constructores para que compraran piedra de cantera y madera para la armazón y las vigas de los edificios que los reyes de Judá habían dejado deteriorar.

12 Estos hombres hicieron el trabajo con fidelidad. Los que estaban a cargo de ellos eran los levitas Yajat y Abdías, descendientes del grupo familiar de Merari, y Zacarías y Mesulán, descendientes del grupo familiar de Coat. Los levitas que eran expertos en tocar instrumentos musicales 13 estaban también encargados de supervisar a los que transportaban los materiales y a todo el que trabajaba en la obra, sin importar su tarea. Entre los levitas había cronistas, funcionarios y porteros.

Encuentran el libro de la ley

14 Cuando sacaban el dinero que había sido llevado al templo del SEÑOR, el sacerdote Jilquías encontró el libro de la ley del SEÑOR, dado por intermedio de Moisés. 15 Jilquías le dijo al cronista Safán: «Encontré el libro de la ley en el templo del SEÑOR», y se lo entregó. 16 Entonces Safán llevó el libro al rey y le dijo:

—Los siervos de Su Majestad están haciendo todo lo que se les encargó. 17 Han reunido el dinero que estaba en el templo del SEÑOR y se lo han dado a los supervisores y a los que están realizando las obras.

18 Entonces Safán le contó sobre el libro:

—El sacerdote Jilquías me entregó un libro.

Y se lo leyó al rey.

19 Cuando el rey escuchó las palabras de la ley, se rasgó sus vestidos 20 y dio esta orden a Jilquías, a Ajicán hijo de Safán, a Abdón hijo de Micaías, al cronista Safán y a Asaías funcionario del rey:

21 —Vayan y consulten al SEÑOR por mí y por el resto de la gente que queda en Israel y en Judá en cuanto a lo que dice este libro que se ha encontrado. Es que debe ser mucha la ira que el SEÑOR ha descargado sobre nosotros debido a que nuestros antepasados no obedecieron el mensaje del SEÑOR, pues no cumplieron con lo que está escrito en este libro.

22 Jilquías y los hombres comisionados por el rey fueron a ver a la profetisa Huldá, la mujer de Salún, el encargado del vestuario, quien era hijo de Ticvá y nieto de Jarjás. Ella vivía en la parte nueva de Jerusalén. Le hablaron del asunto 23 y Huldá les dijo:

—El SEÑOR, Dios de Israel, manda decir al que los ha enviado: 24 “Así dice el SEÑOR: Yo voy a enviar contra este lugar y sus habitantes los castigos que están escritos en el libro que leyó el rey de Judá. 25 Porque ustedes me abandonaron y han quemado incienso a otros dioses, me ha provocado con lo que hicieron. Por eso mi enojó se descargará contra este lugar y no se calmará. 26 Pero al rey de Judá que los envió a consultar al SEÑOR, díganle que así dice el SEÑOR, Dios de Israel: Como prestaste atención a lo que has oído, 27 y tu corazón cambió y te humillaste ante Dios al escuchar sus palabras contra este lugar y sus habitantes, y por cuanto te humillaste ante mí, rasgaste tu vestido y lloraste ante mí, yo también te he escuchado, dice el SEÑOR. 28 Así que dejaré que mueras en paz y te reuniré con tus antepasados. No verás el desastre que traigo sobre este lugar y sobre sus habitantes”.

Y ellos llevaron esa respuesta al rey.

29 El rey Josías mandó llamar a todos los ancianos líderes de Judá y de Jerusalén citándoles a una reunión. 30 Entonces el rey fue al templo del SEÑOR con toda la gente de Judá, los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los levitas y todo el pueblo, desde el más pequeño hasta el más importante. Allí el rey les leyó en voz alta el libro del pacto que había sido encontrado en el templo del SEÑOR. 31 Luego el rey, de pie junto a su columna, hizo un pacto con el SEÑOR, comprometiéndose a seguir al SEÑOR y a obedecer sus mandatos, el pacto y sus condiciones. Dijo que de todo corazón y con todo el ser cumpliría el pacto que estaba escrito en el libro. 32 Después hizo que todos los que se encontraban en Jerusalén y en Benjamín se comprometieran también a cumplirlo. Y así los habitantes de Jerusalén prometieron vivir conforme al pacto con Dios, el Dios de sus antepasados. 33 Josías prohibió todas las costumbres horribles que había en todo el territorio de los israelitas y a todos los que se encontraban en Israel los hizo servir al SEÑOR su Dios. En vida de Josías no dejaron de seguir al SEÑOR, Dios de sus antepasados.

Josías celebra la Pascua

(2 R 23:23-33)

35 Josías celebró la Pascua en honor al SEÑOR en Jerusalén. Sacrificaron los corderos de Pascua el día catorce del primer mes. Josías asignó a los sacerdotes sus funciones respectivas y les dio ánimo para que se dedicaran al servicio del templo del SEÑOR. Les dijo lo siguiente a los levitas que eran los encargados de enseñar a todos los israelitas y que estaban consagrados al SEÑOR: «Pongan el Cofre Sagrado en el templo que construyó Salomón hijo de David, rey de Israel, para que ya no tengan que cargarla en hombros. Ahora dedíquense a servir al SEÑOR su Dios y a su pueblo Israel. Organícense en turnos, según sus familias, de acuerdo con lo escrito por David, rey de Israel, y por su hijo, el rey Salomón. Tomen sus lugares en el templo por divisiones, conforme a sus familias, como representantes de los otros grupos familiares de sus hermanos israelitas, de tal manera que a cada grupo familiar del pueblo le corresponda un grupo familiar de los levitas. Sacrifiquen los corderos de la Pascua, conságrense y preparen todo para que sus hermanos puedan cumplir lo que el SEÑOR ordenó por medio de Moisés».

Josías regaló animales de su propio ganado a la gente del pueblo que se encontraba allí para que pudiera celebrar la Pascua. Entre corderos y cabritos, regaló unos 30 000 y regaló también 3000 toros. También los jefes voluntariamente hicieron donativos al pueblo, a los sacerdotes y a los levitas. Jilquías, Zacarías y Jehiel, funcionarios del templo de Dios, dieron 2600 ovejas y 300 toros a los sacerdotes para celebrar la Pascua. Conanías y sus hermanos Semaías y Natanael, Jasabías, Jeyel y Josabad, jefes de los levitas, entregaron a los levitas 5000 ovejas y 500 toros para celebrar la Pascua.

10 Cuando ya todo estaba listo para la celebración, los sacerdotes tomaron sus lugares y los levitas se organizaron según sus turnos, de acuerdo a lo ordenado por el rey. 11 Sacrificaron los animales para la Pascua y mientras lo hacían los sacerdotes rociaban la sangre que les entregaban los levitas y también los levitas desollaban los animales. 12 Después repartieron los sacrificios que deben quemarse completamente a cada división de los grupos familiares del pueblo, para que los ofrecieran al SEÑOR, tal como se ordena en el libro de Moisés, e hicieron lo mismo con los toros. 13 Asaron los animales en el fuego de acuerdo al mandato. Cocinaron las partes sagradas en ollas, cacerolas y fuentes. 14 Luego los levitas prepararon lo que les tocaba a ellos y a los sacerdotes. Es que los sacerdotes descendientes de Aarón estuvieron ocupados hasta la noche ofreciendo los sacrificios que deben quemarse completamente y la grasa. Así que los levitas tuvieron que preparar lo que les correspondía a ellos y a los sacerdotes, descendientes de Aarón. 15 Los cantores descendientes de Asaf estaban también en sus puestos, según lo ordenado por David, Hemán y Jedutún, vidente del rey. Los porteros estuvieron en sus respectivas puertas; ninguno de ellos tuvo que abandonar su puesto, porque sus compañeros los levitas les prepararon lo que les correspondía a ellos.

16 Así se organizó aquel día todo el servicio al SEÑOR para celebrar la Pascua y ofrecer en el altar del SEÑOR los sacrificios que deben quemarse completamente, conforme a la orden del rey Josías. 17 En esa ocasión, los israelitas que se encontraban en Jerusalén celebraron durante siete días la Pascua y la fiesta de los Panes sin Levadura. 18 No se había celebrado la Pascua de tal manera desde los tiempos del profeta Samuel. Ningún rey de Israel jamás celebró la Pascua como lo hizo Josías con los sacerdotes y con los levitas y con toda la gente de Judá e Israel que se encontraba allí con los habitantes de Jerusalén. 19 Esta Pascua se celebró en el año 18 del reinado de Josías.

Muerte de Josías

(2 R 23:28-30)

20 Después de todo esto, cuando ya Josías había reparado el templo, Necao, rey de Egipto, salió para la batalla de Carquemis, cerca del Éufrates, pero Josías salió a su encuentro. 21 El rey de Egipto le mandó este mensaje:

«¿Qué tengo que ver contigo, rey de Judá? Mi pelea no es contigo, sino que hoy voy contra el reino con el que estoy en guerra. Dios me dijo que me apurara, así que no te pongas contra Dios, que está de mi parte, para que no te destruya».

22 Sin embargo, Josías no hizo caso de la advertencia que Dios le dio por medio de Necao. Se disfrazó y fue al valle de Meguido para pelear contra Necao. 23 Los arqueros le dispararon al rey Josías y él les dijo a sus siervos: «Sáquenme de aquí, que estoy gravemente herido». 24 Sus siervos lo cambiaron a otro carro y lo llevaron a Jerusalén, donde murió. Lo sepultaron en el panteón de sus antepasados y todo Judá y Jerusalén lloraron su muerte. 25 Jeremías compuso en honor de Josías un lamento por su muerte. Hasta el día de hoy todos los cantores y cantoras mencionan a Josías en sus cantos fúnebre. Esos cantos se hicieron populares en Israel y están escritos en El libro de lamentos.

26 El resto de los hechos de Josías y el fiel amor que mostró conforme a lo que está escrito en la ley del SEÑOR, 27 y sus hechos, de principio a fin, están escritos en Las crónicas de los reyes de Israel y de Judá.

Joacaz, rey de Judá

(2 R 23:31-35)

36 El pueblo de Judá tomó a Joacaz hijo de Josías y lo hizo rey en Jerusalén, en lugar de su papá. Joacaz tenía 23 años cuando comenzó a reinar, y gobernó durante tres meses en Jerusalén. El rey de Egipto lo destronó en Jerusalén e impuso a Judá un tributo de 3300 kilos[a] de plata y 33 kilos de oro. Luego nombró a Eliaquín, hermano de Joacaz, como el rey de Judá y de Jerusalén y cambió su nombre a Joacim. A Joacaz lo hizo prisionero y se lo llevó a Egipto.

Joacim, rey de Judá

(2 R 23:36-24:7)

Joacim tenía 25 años cuando comenzó su reinado, y gobernó durante once años en Jerusalén, pero hizo lo malo ante el SEÑOR su Dios. Debido a eso, Nabucodonosor, rey de Babilonia, lo atacó y lo llevó prisionero con cadenas de bronce hasta Babilonia. Nabucodonosor se llevó a Babilonia parte de los objetos del templo del SEÑOR y los puso en su templo de Babilonia.

El resto de los hechos de Joaquín y las cosas horribles que hizo y cómo Dios lo juzgó[b] están escritos en Las crónicas de los reyes de Israel y de Judá. Su hijo Joaquín reinó en su lugar.

Joaquín, rey de Judá

(2 R 24:8-17)

Joaquín tenía 18 años cuando comenzó a reinar, y gobernó por tres meses y diez días en Jerusalén. Hizo lo que no le agradaba al SEÑOR. 10 A la vuelta de un año, el rey Nabucodonosor ordenó que lo llevaran a Babilonia junto con los objetos más valiosos del templo del SEÑOR y nombró a su hermano Sedequías rey de Judá y Jerusalén.

Sedequías, rey de Judá

11 Sedequías tenía 21 años cuando comenzó a reinar, y gobernó once años en Jerusalén. 12 Hizo lo malo ante el SEÑOR su Dios. No se humilló ante el profeta Jeremías cuando le hablaba de parte del SEÑOR.

Destrucción de Jerusalén

13 Sedequías llegó incluso a rebelarse contra el rey Nabucodonosor, aunque él lo había hecho jurar por Dios que le sería leal. Se puso muy terco, endureció su corazón y no quiso volver al SEÑOR, Dios de Israel.

14 También todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo aumentaron su infidelidad, pues cometieron los mismos pecados horribles de las naciones vecinas y contaminaron el templo del SEÑOR que él había consagrado en Jerusalén. 15 El SEÑOR Dios de sus antepasados les mandaba constantemente advertencias a través de sus mensajeros porque tenía compasión de su pueblo y del lugar donde él moraba, 16 pero ellos se burlaban de los mensajeros de Dios, despreciaron sus mensajes y se burlaron de sus profetas, hasta que finalmente el SEÑOR descargó su ira contra su pueblo y ya no hubo remedio.

17 Entonces Dios lanzó contra ellos al rey de los babilonios, quien mató a espada a sus jóvenes en el propio templo. No tuvo compasión de los jóvenes ni de las muchachas ni de los ancianos ni de los enfermos. Dios los entregó a todos en sus manos. 18 Nabucodonosor se llevó todos los objetos del templo de Dios, grandes y pequeños, los tesoros del templo del SEÑOR, los tesoros del palacio real y de sus oficiales; todo se llevó a Babilonia. 19 Ordenó incendiar el templo de Dios, derribó la muralla de Jerusalén y prendió fuego a todos los palacios y destruyó todo lo que fuera de valor. 20 Nabucodonosor deportó a Babilonia a los que se salvaron de la matanza y allí los convirtió en esclavos suyos y de sus hijos hasta que se fundó el Imperio persa, 21 cumpliendo así la profecía del SEÑOR por medio de Jeremías. De esa manera la tierra disfrutó de descanso todo el tiempo que estuvo en ruinas, hasta que se completaron 70 años.

22 El primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, el SEÑOR inquietó el espíritu de Ciro para que se cumpliera la profecía del SEÑOR, comunicada por intermedio de Jeremías. Ciro hizo circular por escrito un decreto e hizo también que lo leyeran en todas partes de su reino. El decreto era este:

23 «Ciro, rey de Persia, decreta lo siguiente:

»El SEÑOR, Dios del cielo, me dio todos los reinos de la tierra y me ha encargado que le construya un templo en Jerusalén, que está en el territorio de Judá. Así que todo aquel que pertenezca al pueblo de Dios, que el SEÑOR su Dios lo acompañe y se vaya para allá».

Juan 19:1-22

Jesús es condenado a la muerte

19 Entonces Pilato ordenó que llevaran a Jesús y lo azotaran. Los soldados no sólo cumplieron la orden sino que también hicieron una corona de espinas y se la colocaron en la cabeza. Luego le pusieron un manto de color morado, se acercaban y le decían:

—¡Viva el rey de los judíos!

Y le daban bofetadas.

Pilato salió otra vez y les dijo:

—Miren, aquí lo traigo, para que sepan que yo no encuentro ningún delito en este caso.

Entonces Jesús salió con la corona de espinas y el manto de color rojo oscuro. Pilato dijo:

—¡Aquí está el hombre!

Cuando lo vieron, los jefes de los sacerdotes y los guardias gritaron:

—¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!

Pilato les dijo:

—¡Llévenselo ustedes y crucifíquenlo! Yo no he podido encontrar nada contra él.

Los líderes judíos le contestaron:

—Tenemos una ley y según la ley él debe morir porque se ha hecho pasar por Hijo de Dios.

Después de escuchar esto, Pilato se asustó más. Entró de nuevo al palacio y le dijo a Jesús:

—¿De dónde eres?

Pero Jesús no le respondió.

10 Entonces Pilato le dijo:

—¿No vas a hablarme? ¿Acaso no sabes que yo tengo la autoridad para dejarte libre o para matarte en una cruz?

11 Jesús le contestó:

—No tienes ninguna autoridad sobre mí a menos que te la haya dado Dios. Por esto, el hombre que me entregó a ti es más culpable que tú.

12 Desde ese momento, Pilato trataba de encontrar una manera de dejarlo en libertad, pero los judíos gritaban:

—¡Si lo dejas libre, no eres amigo del emperador! ¡Todo el que se hace rey, se opone al emperador!

13 Cuando Pilato escuchó estas palabras, sacó a Jesús y se sentó en la silla del juez. El lugar era el Pavimento de Piedra (que en arameo se dice Gabatá). 14 Era casi el mediodía del día de preparación para la Pascua. Pilato les dijo a los judíos:

—¡Aquí está su rey!

15 Entonces gritaban:

—¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!

Pilato les dijo:

—¿Crucifico a su rey?

Los jefes de los sacerdotes respondieron:

—¡Nosotros no tenemos más rey que el emperador!

16 Entonces Pilato se lo entregó a ellos para que lo crucificaran.

Crucifixión de Jesús

(Mt 27:32-44; Mr 15:21-32; Lc 23:26-39)

Así que los soldados se hicieron cargo de Jesús. 17 Él cargó su propia cruz hasta llegar al sitio llamado Lugar de la Calavera (que en arameo se dice Gólgota). 18 Allí lo clavaron a una cruz junto a otros dos hombres, uno a cada lado.

19 Pilato les dijo que escribieran un letrero que decía: «Jesús de Nazaret, Rey de los judíos» y lo hizo colocar en la cruz. 20 Muchos de los judíos leyeron el letrero, porque el lugar donde fue crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad. Estaba escrito en hebreo, griego y latín. 21 Los jefes de los sacerdotes judíos le decían a Pilato:

—No escribas “Rey de los judíos”, sino más bien: “Este hombre dijo: Yo soy el rey de los judíos”.

22 Pilato contestó:

—Lo escrito, escrito está.

Palabra de Dios para Todos (PDT)

© 2005, 2008, 2012, 2015 Centro Mundial de Traducción de La Biblia © 2005, 2008, 2012, 2015 Bible League International