Old/New Testament
El Señor es mi pastor
Canción de David.
1 El SEÑOR es mi pastor,
nada me falta.
2 Me lleva a descansar a prados verdes,
y me conduce a manantiales de agua fresca.
3 Él me da nueva vida.
Me lleva por buenos caminos
para mostrarme lo bondadoso que es.
4 Aunque pase por caminos oscuros y tenebrosos,
no tendré miedo,
porque tú estás a mi lado;
tu vara y tu bastón me reconfortan.
5 Me preparaste un banquete
delante de mis enemigos;
ungiste mi cabeza con aceite,
has llenado mi copa hasta rebosar.
6 Tu bondad y tu fiel amor estarán conmigo toda la vida;
entraré a la casa del SEÑOR
y allí me quedaré siempre.
La tierra es del Señor
Canción de David.
1 La tierra es del SEÑOR,
el mundo y todos los que viven en él.
2 Él fundó el mundo sobre el agua,
afirmó sus bases sobre las corrientes subterráneas.
3 ¿Quién puede subir al monte del SEÑOR[a]?
¿Quién puede entrar y adorarlo en su templo santo?
4 El de manos limpias y corazón puro,
el que no adora ídolos[b]
ni ha hecho falsas promesas.
5 Esta gente lleva a otros las bendiciones del SEÑOR,
y busca que Dios el Salvador haga justicia.
6 Esta es la generación que lo sigue a Dios,
que busca la ayuda del Dios de Jacob. Selah
7 ¡Atención, puertas,[c]
ábranse portones antiguos,
porque el Rey de Gloria está por entrar!
8 ¿Quién es el Rey de Gloria?
El SEÑOR Todopoderoso,
el SEÑOR es el guerrero valiente.
9 ¡Atención, puertas,
ábranse portones antiguos,
porque el Rey de Gloria está por entrar!
10 ¿Quién es el Rey de Gloria?
¡Es el SEÑOR Todopoderoso!
¡Él es el Rey de Gloria! Selah
[d]
Dios mío, en ti confío
Canción de David.
1 SEÑOR, a ti dirijo mis súplicas.[e]
2 Dios mío, en ti confío,
por eso nunca seré humillado,
y mis enemigos nunca me vencerán.
3 Quien crea en ti nunca será derrotado;
pero en cambio, los traidores serán derrotados
y quedarán con las manos vacías.
4 SEÑOR, enséñame a vivir a tu manera.
Muéstrame el camino que tú seguirías.
5 Guíame y enséñame tu verdad,
porque tú eres mi Dios y Salvador,
y en ti pongo siempre toda mi esperanza.
6 SEÑOR, recuerda siempre ser bueno
y misericordioso conmigo,
como lo has sido siempre.
7 Olvida, SEÑOR, los pecados
que cometí en mi juventud cuando fui un rebelde.
Muéstrame tu bondad,
recuérdame con fiel amor.
8 El SEÑOR es bueno y justo.
Por eso les enseña a los pecadores el camino correcto.
9 Él guía a los humildes por el buen camino;
les enseña a vivir a su manera.
10 El SEÑOR muestra siempre su fiel amor y lealtad
a quienes siguen su pacto y sus testimonios.
11 SEÑOR, sé que he pecado;
perdóname, porque eres un Dios bondadoso.[f]
12 El SEÑOR guía a quien le teme y respeta.
Lo guía por el camino que conduce a Dios.
13 Quien ame a Dios vivirá feliz,
y sus hijos heredarán la tierra.
14 El SEÑOR reserva su amistad personal para los que le tienen un temor reverente.
Es a ellos a los que les enseña el significado de su pacto.
15 Yo siempre busco la ayuda del SEÑOR
porque sé que él siempre me salva del peligro.[g]
16 Dios mío, mírame y ten compasión de mí
que estoy solo y triste.
17 Libérame de mis angustias
y sácame del peligro.
18 Mira todos mis sufrimientos
y perdona todos mis pecados.
19 Reconoce que tengo enemigos
que me odian y quieren hacerme daño.
20 Protégeme y sálvame.
Confío en ti, no me dejes pasar vergüenza.
21 Dependo de ti,
haz que me mantenga siempre sin faltas y fiel a ti.
22 Dios mío, salva a Israel
de todos sus enemigos.
18 Al día siguiente, Pablo fue con nosotros a visitar a Santiago. Todos los ancianos líderes también estaban allí. 19 Después de saludarlos, Pablo les contó detalladamente todo lo que Dios, por medio de su trabajo, había hecho con los que no eran judíos. 20 Cuando escucharon esto, alabaron a Dios y le dijeron a Pablo:
—Hermano, tú has visto que miles de judíos han creído, pero ellos piensan que es muy importante seguir la ley de Moisés. 21 Ellos han escuchado que enseñas a todos los judíos que viven entre los que no son judíos a que no obedezcan la ley de Moisés, que no circunciden a sus hijos ni sigan nuestras costumbres. 22 ¿Qué vamos a hacer entonces? Es seguro que se van a enterar de que tú estás aquí. 23 Así que vas a hacer esto: cuatro de nuestros hombres le hicieron una promesa[a] a Dios. 24 Llévatelos, acompáñalos a la ceremonia de purificación[b] y paga sus gastos para que se puedan cortar el cabello.[c] Al hacer esto les demostrarás a todos que no es cierto lo que han escuchado acerca de ti. Por el contrario, verán que tú vives en obediencia a la ley. 25 En cuanto a los creyentes que no son judíos, ya les escribimos que no coman nada que haya sido ofrecido a los ídolos, ni sangre, ni carne de animales que hayan sido estrangulados. Ni que tampoco cometan ninguna clase de pecado sexual.
Arresto de Pablo
26 Así que Pablo se llevó a los hombres con él, y al día siguiente compartió con ellos la ceremonia de purificación. Después fue al templo para avisar cuándo terminarían los días de purificación. En el último día se daría una ofrenda por cada uno de ellos.
27 Cuando estaban por cumplirse los siete días, algunos judíos de Asia vieron a Pablo en el área del templo. Alborotaron a la multitud y lo agarraron. 28 Gritaban: «¡Israelitas, ayúdennos! Este es el que está enseñando en todas partes contra nuestro pueblo, contra la ley y contra este lugar. Y ahora ha traído a algunos griegos al área del templo, contaminando este lugar santo». 29 Decían esto porque habían visto antes en Jerusalén a Pablo con Trófimo de Éfeso y pensaban que Pablo lo había metido al área del templo.
30 Toda la ciudad se alborotó, corrieron y agarraron a Pablo. Lo arrastraron fuera del área del templo y cerraron inmediatamente las puertas del templo. 31 Estaban a punto de matarlo, cuando el comandante del ejército romano en Jerusalén se enteró de que había agitación en toda la ciudad. 32 Entonces fue de inmediato, junto con algunos capitanes y soldados, a donde estaba la gente. Cuando vieron al comandante del ejército y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.
33 Entonces el comandante se acercó a Pablo, lo arrestó y ordenó que le pusieran dos cadenas. Después preguntó: «¿Quién es este hombre? ¿Qué ha hecho de malo?» 34 Pero entre la multitud unos gritaban una cosa y otros otra. Como el comandante no sabía cuál era la verdad, porque había mucha confusión, ordenó a los soldados que llevaran a Pablo al cuartel. 35 Al llegar a las escaleras, debido a la violencia de la multitud los soldados tuvieron que cargar a Pablo. 36 La gente los seguía y gritaba enfurecida: «¡Mátenlo!»
37 Cuando los soldados estaban listos para llevarlo al cuartel, Pablo le preguntó al comandante:
—¿Puedo hablarle?
El comandante dijo:
—¿Sabes griego? 38 Entonces no eres el hombre que yo pensé que eras. Creí que eras el egipcio que comenzó una revuelta hace un tiempo y que se llevó al desierto a 4000 terroristas.
39 Pablo dijo:
—No, yo soy un judío de Tarso de Cilicia y ciudadano de esa importante ciudad. Permítame hablarle al pueblo.
40 El comandante lo dejó hablar. Pablo se puso de pie en las escaleras e indicó con la mano que todos guardaran silencio. Cuando se callaron, Pablo les habló en arameo:
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